Nuestro país con un censo porcino que oscila alrededor de los 31 millones de animales produce una cantidad de purín equivalente en volumen a 25.000 piscinas olímpicas. Esta cantidad de purín genera una problemática que radica fundamentalmente en que, en la mayoría de los casos, la cantidad de desechos generados por una granja excede la capacidad del terreno para absorberlo. Nuestra comunidad, junto con Cataluña o Murcia, genera un elevado excedente de purín anual, lo que está suponiendo un importante problema de contaminación si no se lleva a cabo una buena gestión.

La problemática del acúmulo de purín

Las principales consecuencias derivadas de una mala gestión del purín (ya sea en el foso de la granja, la balsa o al esparcirlo en el campo) derivan en problemas medioambientales y efectos nocivos para la salud. Como sabemos, los purines tienen un preciado valor agronómico porque son ricos en nutrientes esenciales para las plantas como son nitrógeno, fósforo y potasio. Cuando se aplica como fertilizante, el amoníaco (principal componente nitrogenado del purín) se oxida y se transforma en nitrato. Cuando se excede la capacidad de la tierra para utilizarlo, lo que no es absorbido puede contaminar las aguas subterráneas por lixiviación debido a la gran solubilidad del nitrato. Por ello, hace más de una década, ya se publicó el RD 261/1996 que regula la cantidad de N permitida en zonas vulnerables a ser contaminadas. Por otro lado, el purín puede contaminar aguas superficiales y generar problemas de eutrofización por el exceso de nutrientes del agua, con las consecuencias de toxicidad para organismos acuáticos que conlleva este problema. Por esta razón, los vertidos directos a cauces superficiales están totalmente prohibidos, y no olvidemos el riesgo de contaminación de las aguas con patógenos potencialmente peligrosos para la salud humana.

El papel de la ganadería en el cambio climático y los gases invernadero ahora está en boca de todos. Con relación al purín, el principal protagonista es el amoniaco cuya emisión atmosférica se ha incrementado exponencialmente en los últimos años. De hecho, la comisión de la UE ya nos llamó la atención por un exceso de emisiones amoniacales a la atmósfera hace unos años. El sector agrícola y ganadero es la mayor fuente de emisiones de amoniaco a la atmósfera. El amoniaco procede de la descomposición microbiana de la proteína, el ácido úrico y la urea procedentes de la orina y las heces de los animales. Al ser un gas, se emite a la atmósfera por volatilización con la consiguiente contaminación directa de la atmósfera e indirecta de las aguas superficiales (acidificación y eutrofización mediante agua de lluvia). Y no nos olvidemos del olor, el impacto que más sensibiliza a la población, cuyos mayores responsables son el amoniaco y ácido sulfhídrico.

Se habla mucho del cambio climático… pero una mala gestión de los purines conlleva un elevado nivel de amoniaco ambiental en las instalaciones, lo que supone un riesgo para la salud no sólo de los animales sino también del personal de granja ya que es un compuesto químico altamente irritante. Concentraciones de amoniaco en ambiente superiores a los 50 ppm irritan las membranas mucosas oculares y del tracto respiratorio haciéndolo más susceptible a infecciones respiratorias; y niveles de 50-100 ppm pueden penalizar hasta en un 10% la ganancia media diaria de los animales. Los signos comunes que se pueden observar son letargo, lagrimeo, respiración superficial, toses, etc. Todo esto además de afectar al bienestar animal, acaba por afectar al rendimiento económico de la explotación. De una forma similar, un elevado nivel amoniacal ambiental resulta en un gran abanico de problemas respiratorios para los trabajadores que puede derivar en problemas graves como irritación ocular, mareos, tos crónica, asma, bronquitis, dolor torácico, etc.

La nueva legislación

A sabiendas de la problemática existente en torno a los purines, se ha puesto en marcha la maquinaria para la búsqueda de soluciones para su tratamiento y aplicación. El camino hacia un futuro sostenible ha llevado al establecimiento de nuevas leyes comunitarias cada vez más estrictas para minimizar los efectos negativos de una mala gestión del purín. En nuestra comunidad, el Gobierno de Aragón publicó el Decreto 53/2019 donde se recogen las principales directrices para la gestión y aplicación de estiércoles y purines siguiendo las mejores técnicas disponibles (MTD) de acuerdo con las directrices de la UE. Asimismo, la nueva legislación establece un cambio en los sistemas de aplicación que se llevarán a cabo por aplicador con tubos colgantes que permiten depositar el purín a ras de suelo y se prohíbe hacerlo con sistemas de platos, abanicos o cañones. A nivel local, algunos municipios y comunidades autónomas ya han regularizado el vertido de subproductos ganaderos a determinada distancia del núcleo urbano y han establecido la total prohibición para las aplicaciones en agosto, fines de semana y días festivos. Esta medida va enfocada a reducir problemas sanitarios y de olores y su incumplimiento conlleva una penalización.

¿No se suponía que había que favorecer el uso de los purines y estiércoles como fertilizantes?

Si bien es cierto que los purines tienen una gran capacidad de abonado por su riqueza en materia orgánica y nutrientes esenciales para la planta, un exceso e inadecuada gestión desencadena efectos nocivos a nivel ambiental y sanitario. Por ello, es recomendable implementar unas buenas prácticas de gestión y aplicación de purines en consonancia con las MTDs porque su aplicación tiene elevadas ventajas ya que permite un ahorro en fertilizantes y conlleva un plus para el sector agrícola y ganadero.

Para intentar mejorar la calidad del purín como recurso sostenible se requiere una gestión integral de los purines: desde la alimentación (alimentación según la etapa productiva con nutrientes más digestibles que favorezcan un uso más eficiente por parte del animal), diseño y manejo de las instalaciones (vigilar el gasto de agua de bebida y limpieza para el control volumétrico de purines), almacén de las deyecciones (estanco, capacidad adecuada, etc.) y aplicación a los cultivos. No olvidemos que antes de proceder a la aplicación a los cultivos, es necesario saber la composición en nutrientes del purín (niveles de N, P, K), para así establecer una estimación y calcular a cantidad de purín de acuerdo a las necesidades de los cultivos y a las condiciones agroclimáticas de la zona.

¿Cómo reducir el impacto negativo del purín?

Aunque hay una serie de técnicas para mejorar la eficiencia y el aprovechamiento del purín, la mayoría de las veces el coste es difícil de asumir por el ganadero y su aplicabilidad práctica está limitada por razones económicas. Se conocen varios sistemas de pre-tratamiento o tratamiento que modifican sus características físicas y/o químicas con el fin reducir el impacto negativo de los purines.

Los sistemas de pre-tratamiento son aquellos que se aplican en la propia explotación (p.ej. el uso de aditivos, separación de las fracciones líquida y sólida) y permiten mejorar las condiciones del purín, reducir volatilización de gases y reducir su impacto medioambiental. Los sistemas que engloban el tratamiento del purín son aquellos como, por ejemplo, la biodigestión para generar biogás a partir de estiércol, pero requieren inversiones mayores.

Aditivos que mejoran la calidad del purín

Estos aditivos son productos químicos y/o biológicos que se aplican a las deyecciones con el fin de modificar sus características fisicoquímicas de una manera beneficiosa. En este sentido, se busca mejorar la calidad ambiental de las instalaciones, la eficiencia para uso como fertilizante, reducir las emisiones de amoníaco y olores y/o fluidificarlo evitando la formación de costras. El mecanismo de acción de los aditivos consiste en la interacción con los componentes del purín, bien interviniendo en las diversas rutas metabólicas, actividades o procesos bacterianos, o bien reaccionando con los distintos compuestos y alterando de este modo las características físicas, químicas y biológicas.

Entre los aditivos para purines encontramos: agentes enmascarantes de los compuestos volátiles, agentes neutralizantes que evitan la liberación de compuestos volátiles, productos adsorbentes de olores, aditivos microbiológicos, que son cultivos microbiológicos o preparados enzimáticos o su combinación que están dirigidos a alterar los procesos naturales de descomposición que ocurren en purines; agentes oxidantes y aceptores de electrones que evitan la producción de sulfhídrico, etc.

Actualmente podemos encontrar una amplia gama de aditivos para el tratamiento de purines y estiércoles en el mercado. Entre ellos Z´fix de la gama de Olmix es un producto micro granulado natural que está compuesto por minerales y oligoelementos específicos que promueven el desarrollo de bacterias beneficiosas en el proceso de fermentación del purín. Esto permite controlar la fermentación de la materia orgánica preservando sus elementos fertilizantes y reduciendo en gran medida las emisiones la emisión de amoníaco y olores. Por lo tanto, al disminuir las pérdidas por nitrógeno lo que se consigue es un incremento del poder fertilizante del purín ya que el purín es más rico en nutrientes esenciales, lo que además ayuda a preservar la flora y fauna edáficas. Por otro lado, fluidifica el purín mejorando su manejo y reduciendo labores en granja. Z`fix puede administrarse directamente en los corrales o en la fosa o balsa de purín.

Para finalizar…

Debemos fomentar el uso del purín como fertilizante orgánico y así promover una economía circular, es decir, aquella que utiliza recursos renovables para producir alimentos, materiales, compuestos químicos y energía. Se debe trabajar conjuntamente en consonancia con las mejores técnicas disponibles para garantizar una más eficiente gestión del purín y fomentar su uso de acuerdo con las necesidades de los cultivos de un modo sostenible en su triple dimensión económica, ambiental y social.